martes, 13 de julio de 2010

3.- Empieza la cuesta abajo...

El 25 de diciembre de 2008, antes de empezar a comer la familia junta, vimos que mi padre no estaba. Había salido sin que ninguno nos diésemos cuenta y no volvía... Mi hermano salió con la moto por un lado, yo en mi coche por otro...por suerte lo encontré pronto y relativamente cerca, pero jamás se me borrará la imagen de desamparo absoluto que transmitia cuando le recogí, casi en medio de la carretera, mirando a un lado y a otro sin saber qué hacer...Fué un toque de atención para nosotros, estaba claro que ya no podíamos dejarlo sólo. Desde entonces, hacía a diario el mismo recorrido: de casa a por el pan y a la tienda a vernos, pero siempre con mi madre, mi cuñada y yo al teléfono para saber cuando salía, ir a su encuentro, salir detrás de él a una distancia prudencial y estar "vigilantes", sin privarle de la sensación de que hacía esas pequeñas cosas por si mismo.
A partir de febrero de 2009, sólo quería estar en la calle y no había manera de retenerle en casa. Decidimos hacer turnos y relevos entre mi hermano mi madre y yo, desde más o menos las 10:30 de la mañana hasta las 3; algún día dormía la siesta y había un pequeño respiro, pero si no a las 15:30 otra vez en la calle hasta que oscurecía. Dentro de lo duro que ha sido todo, hay cosas que al recordarlas dibujan una sonrisa en mi cara. Todos los días había un recorrido fijo: a la Plaza Mayor y por la calle de la Rúa hasta la Catedral y todos los días le decíamos "Papi, quieres que vayamos hoy a la Catedral??¡¡" y el contestaba que si contento hasta decir basta, como si hiciese mil años que no iba...y al entrar miraba hacía arriba, a los lados, y todos los dias decía "Qué maravilla¡¡".
En marzo, empezaron los problemas con las comidas. Al principio es como si se le intensificara el sabor de cualquier cosa que se llevara a la boca: lo dulce le sabía demasiado dulce, lo salado saladísimo...comía pan y eso si, naranjas por quilos, y en nuestros paseos mañaneros, chocolate con churros, en la chocolatería de Valor. Hubo días en que esas fueron las únicas calorías que se metió en el cuerpo porque el resto se negaba a comerlo. Otra sonrisa, cuando le decía "Papi ten cuidado que quema", y en vez de soplar su chocolate soplaba mi café... Mi madre se desesperaba porque le preparaba todo aquello que más le gustaba comer y no había manera, ni siquiera sus postres preferidos, el arroz con leche, la leche merengada y el flan, de los que siempre presumió de comer doble racción como buen "goloso profesional". Incluso en abril, nos fuimos a pasar el día a Alba de Tormes y tuvimos que levantarnos del restaurante sin terminar de comer, porque empezó a decir que todo estaba malísimo, y por su problema de conducta o nos íbamos o ya estaba el lío armado... El caso es que poco a poco, se fué negando a probar bocado. Pero de esto hablaré más adelante

3 comentarios:

  1. Qué dura es esta enfermedad Beatriz...y qué triste ver como una persona querida va transformándose poco a poco casi en un niño...
    Muchos ánimos¡¡

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  2. Muchísimas gracias Moisés. Es cierto, es una enfermedad muy cruel y en ocasiones, cuando el enfermo es joven, muy larga. En mi caso ya terminó todo, pero me apetecía contarlo. Un beso

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  3. Hola Beatriz.
    Q dura es esta enfermedad. Mi madre se perdió por barcelona cuando fué a comprar el pan (no habia ni q cruzar de acera) pero tuve la suerte de q me supo llamar a mi movil y pude ir a buscarla. El domingo pasado se nos perdió por la playa. 10 sg q estuve sin mirarla y cuando quise verla ya no estaba. Al final logramos encontrarla, estaba al cuidado de otras toallas creyendo q eran las nuestras, me costó hacerla entrar en razón de q esas no eran las nuestras q eran de otras personas....

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